La Jornada 13 de noviembre de 1995 Laura Esquivel, al rescate del mundo íntimo en el ``siglo del desequilibrio'' Cristina Pacheco/ II y última ¤ ``El siglo XX será visto como el siglo del desequilibrio. El excesivo propósito de conseguir el progreso nos desequilibró; pero creo que la gente se está dando cuenta de que por eso mismo ha llegado el momento de recuperar su mundo íntimo, su mundo sagrado'', dice Laura Esquivel. Consciente de la energía del universo, atesora recuerdos, sólo teme a los resentimientos y acaricia un sueño: ``Ir a Venecia de luna de miel. Hace mucho tiempo que he querido ir allá, quizá porque la novela de Thomas Mann me fascinó tanto y luego también me encantó su versión cinematográfica''. Respetuosa y amante de las palabras, Laura Esquivel es apasionada del cine, ``la manifestación artística de nuestro siglo'', como espectadora y también como escritora: ``porque es un medio que te brinda infinidad de posibilidades. Resulta apasionante la magia de poder narrar con imágenes''. Laura Esquivel recurrió a las imágenes en partes de su segunda novela: La ley del amor. La historia de una pasión Entre tu primera novela y La ley del amor median seis años. Esta relativa demora podría leerse como cierto temor. Imposible que recuerdes cuántos ejemplares de Como agua para chocolate has autografiado, pero supongo que recordarás el momento en que lo hiciste por vez primera. Claro que sí: estaba nerviosísima. Al principio, cuando alguien me pedía que le autografiara mi novela me costaba mucho trabajo pensar en lo que iba a poner en la dedicatoria, me sentía comprometida a escribir algo muy especial. Ahora es distinto. He eliminado ese tono de nerviosismo y sólo disfruto de la posibilidad de tener, aunque sea momentáneamente, una relación directa con el lector. La invasión del tiempo Ese cambio de actitud, ¿implica también un cambio en ti o crees ser la misma Laura Esquivel que hace años nos entregó Como agua para chocolate? No soy la misma, por supuesto. Cuando escribí Como agua... no pude siquiera imaginar lo que pasaría con la novela. Su éxito inmenso cambió por completo mis circunstancias y automáticamente yo también cambié. Madonna dice algo muy inteligente al respecto: 'La gente siempre piensa la forma en que el éxito cambia a una persona, pero pocas veces toma en cuenta la manera en que las personas cambian frente a quien tiene el éxito'. Siempre existe un juego de interacción del mundo hacia ti y de ti hacia el mundo. En mi caso, lo que sucedió es que de pronto me sentí completamente invadida, atosigada casi, por algo que no había planeado ni esperaba y que me desconcertó muchísimo. Quizá todo hubiera sido distinto si yo hubiese tenido un periodo de preparación; es decir, si me hubiera llegado el éxito en la cuarta o quinta novela y no en la primera. Pero no fue así y el éxito removió y lo alteró todo. ¿También tu relación con la literatura? No. Tampoco variaron mis objetivos. Lo que cambió fue mi ritmo de trabajo. El éxito me dejó sin tiempo para mí o para trabajar con tranquilidad; me quitó la paz de que había disfrutado antes de que se publicara la novela. Entonces comencé una etapa muy difícil, donde tuve que seguir escribiendo enmedio de viajes, llamadas telefónicas, entrevistas, problemas personales. Me gusta hablar por teléfono, pero si respondiera a todas las llamadas que recibo al día ya no iba a quedarme tiempo para conversar con mi hija, para meterme a la cocina, para salir de mi casa o cocinar. Laura, nada más ¿Sigues cocinando? Aquí ya no puedo hacerlo, por todos los compromisos que tengo. En cambio en Nueva York sí lo hago. Allá me pierdo. Puedo ir tranquilamente a los centros de abasto y comprar lo que necesito para hacer los platillos mexicanos que me gustan y de los que depende el sazón. ¿Qué significa para ti el hecho de cocinar? Es un acto amoroso en la medida que te brinda la posibilidad de producirle placer a otra persona. También escribir es un acto amoroso. Es cierto, y encuentro una relación muy estrecha entre uno y otro. Lo mismo pienso acerca del baile (entre paréntesis, te diré que me encanta bailar). La escritura tiene un ritmo, un movimiento, una especie de respiración a la que es necesario integrarse. Por eso procuro mantener cierta disciplina. Háblame de ella. Me levanto temprano, realizo una serie de prácticas de meditación que me permitan proteger mis silencios y escucharme. Después puedo ponerme a escribir. Lo haces a la luz del día. Sí, y no sabes hasta qué punto influye sobre mí, sobre mi trabajo, la luz del sol. Mirar el amanecer, la luz que avanza, me llena de ánimo y de energía, me entusiasma. Si me cuesta vivir en Nueva York es porque allá, en invierno, la noche llega a las cuatro de la tarde. Eso me deprime, entre otras cosas porque siento que perdí la mitad de un día. En Nueva York, como en otras partes del mundo donde los inviernos son severos, pierdes parte del día, pero ganas algo: el anonimato. Eso ¿te desagrada o te libera? Me encanta porque me permite establecer un contacto más espontáneo y natural con otras personas. Ninguna se me acerca porque escribí tal o cual cosa o porque piensa que soy importante debido a que mi obra fue traducida a tales o cuales idiomas. Las personas se acercan a mí sólo porque soy otro ser humano y ya. Allá lejos me vuelvo Laura, nada más. Luego, claro, hay que volver al medio y la vida que son míos. Eso también es muy hermoso, aunque tenga que compartir mis horas de trabajo o gastar mucho tiempo en responder llamadas telefónicas. | |
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